Llega el
tiempo de las brevas a la región mediterránea. Las higueras comienzan a dejar
caer, como al desgaire, esos enormes frutos suculentos, sabrosos, melosos…y
escasos.
Luego
llegarán los higos, muchos más pequeños, abundantes, y siempre también tendrán
ese sabor dulzón y único, con un resquicio de miel que sientes al morderlo, y
que no dejan de ser una bendición en las calurosas tardes mediterráneas. Aquí aparecen las primeras
relacionándolas con la noche de San Juan, lo que las ha rodeado de un halo mágico.
En el hemisferio sur, más o menos coincide con las fiestas de navidad. También
allí ocurre la aparición de las brevas al final de la primavera, cuando la planta se
rodea de un exuberante follaje verde oscuro y da la sensación de que es un árbol
que estuviera esperando algo…no se sabe muy bien qué, pero da la sensación de
una actitud de espera paciente y larga.
Dicen
algunos que la higuera no es que de dos cosechas, una primero de brevas y otra
posterior de sus hermanos pequeños, sino que son los restos de la floración del
año pasado.
Se llegó a
pensar que la higuera no florecía, ya que es un ente que no necesita polinización, se las arregla bien sola, aunque
dicen algunos que les acercan “ramitas fructíferas de cabrahigos”, para que un “pequeño
himenóptero denominado blastófago”, se introduzca en la inflorescencia y la
polinice. Allí queda eso, a mí me dio mucha pereza seguir investigando el tema.
Sobre todo
porque lo que motivó esta nota, es el descubrimiento de una enorme higuera que
vive desde hace más de cien años en Formentera. Tiene nombre y apellido, o al
menos apodo. Es “Na Blanca d’en Mestre”, que en bon mallorquín voldría dir mes
o manco : “La Blanca del Maestro”( o del Jefe). Tiene una circunferencia
aproximada a los 350 metros, lo que la convierte en una “señora higuera”. Es más grande que un par de apartamentos juntos.
Curioso
es el sistema de puntales y perchas que utilizan para sostener sus ramas.
Así es como se ve en la actualidad ,(año 2014 ) ,la majestuosa higuera formenterense |
Vicent
Baydal, en un artículo publicado en catalán en su blog “Vent d Cabylia”, dice
aproximadamente (traducción libre) : “En
Formentera tienen una manera muy particular de hacer crecer las higueras. Le
colocan un sistema de puntales, que denominan “estalons”, los cuales soportan
unas vigas superiores, que llaman “perchas”, que se disponen de manera concéntrica
alrededor del tronco y que hacen de soporte a las ramas del arbol. Así, por un
lado se evita que las ramas rotas de la higuera caigan a tierra y molesten su
crecimiento, y por otro lado se reduce al mínimo la superficie al viento del
ramaje, algo muy necesario en esta isla, ya que la salinidad del aire afecta
severamente su crecimiento. El espacio que queda debajo de la higuera, de 1,30
mts. en el caso de “Na Blanca d’en Mestre”, resulta útil para proteger los
higos de las cabras que pastan alrededor y asimismo, es un método ideal para
proveer de sombra y frescor a dicho animal. Asimismo, la estructura circular
que forma la copa, con las ramas entrelazadas las unas con las otras, permite
hasta el caminar por encima del árbol y recoger los frutos más altos.”
Sistema de "estalons" y "perchas" que sostienen el árbol y permite caminar por entre su copa recogiendo frutos. |
El simple
hecho de que los propietarios de esta higuera le hayan dedicado tanta atención, cuidados y mimos a lo largo de
varias generaciones, hablan muy bien del cariño que tiene la gente de campo con
estos árboles, proveedores de unos de los frutos – o dos de los frutos, mejor
dicho – más exquisitos que la madre
Natura nos brinda.
Y también habla de la diferencia de criterio con algunos pueblos vecinos del África, donde abundan estas plantas, pero donde simplmenete se las utiliza, ya sea como proveedora de frutos, como leña o comida para los animales. Es imprescindible comenzar a querer y respetar a ejemplares del reino vegetal como el que hoy ha motivado este artículo...pero extensible a toda la flora del planeta.
Más info:
V. Rahola,
S. Cortellaro i M. Castelló, "Na Blanca d'en Mestre", Quaderns
d'arquitectura i urbanisme, 252 (2006), p. 87-91
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