domingo, 13 de octubre de 2013

Desertización y Desertificación




 Las zonas áridas y semiáridas se extienden principalmente entre los 20 y 35 grados de latitud norte. Esta franja supone casi un tercio de la superficie terrestre de los continentes, y se extiende muy especialmente en Africa, Asia y áreas centrales de América. Aquí el viento y las aguas de escorrentía juegan un papel muy importante en la desertización del planeta.
El viento, en una situación inversamente proporcional a la humedad ambiente, causa “Deflación”, un barrido de elementos finos en la superficie, una “Corrosión”, a las rocas como consecuencia de la lluvia de materiales pétreos que arrastra,terminando en el mar, o en regiones donde se forman dunas, unos rizos llamados “Ripples”, y los “Loess”, acumulación de partículas microscópicas que se arrastran a grandes distancias a través del viento. Esta acción, combinada con la corrosión, hace que se destruya el potencial biológico del terreno y la formación de áreas desertizadas. 

La tierra reseca provoca el llamado "encostramiento"
Las zonas más afectadas actualmente son Túnez, México, Chile y Argentina, en una superficie conjunta de 50 millones de kilómetros cuadrados.En la Península Ibérica, el 25 % del suelo está sometido a estas acciones, con posibilidades de empeorar.
La desertificación  es una degradación de tierras causados por variaciones climáticas, pero también mucho por la intervención humana, en áreas como el pastoreo excesivo, el cultivo, la deforestación y la falta de riego.

Esta desertificación pone en peligro a unos l.000 millones de personas en más de 100 países, generalmente los más pobres y marginados, debido a la sobreexplotación de sus bosques, a la agricultura y ganadería mal planificada, a la urgente inmediatez de las necesidades básicas, que terminan muchas veces con zonas semi húmedas, transformándolas en eriales. Es el caso de Haití o Madagascar. En el primero, una fotografía aérea de la isla, permite ver la diferencia entre la Republica Dominicana y Haití, con zonas verdes el primero y marrón la segunda, por la falta de árboles, que han sido sistemáticamente explotados o utilizados como combustible. El caso de Madagascar, es parecido, y se supone que es el país más erosionado del mundo. El 93 % del bosque tropical y el 66% de su selva lluviosa han sido talados. Especialmente por la necesidad de maderas duras, nobles, que se exportan casi en su totalidad a Europa para la fabricación de muebles, puertas, tejados, etc. Ocurre algo parecido en la franja subsahariana, donde se observa un incremento de desertificación. España, por su parte, con 14 millones de hectáreas afectadas, es el país europeo con mayor índice de desertificación.

 Al quedar la superficie privada de los árboles y plantas que lograban la sujeción de la capa fértil, comienza la erosión, la acidificación del terreno, la salinización del terreno y el “encostramiento” del mismo, es decir, la formación de costras en la superficie, por la evaporación de las capas superficiales, causando la muerte de las pocas plantas que sujetaban la vida.

El desierto avanza en España
Tanto la desertización como la desertificación consiguen desafortunadamente una degradación paulatina, constante y no combatida, que afecta al medio ambiente, tanto a nivel local como global, a la condición de vida de las poblaciones, a la pérdida de la biodiversidad , a los recursos acuíferos, a un impacto total en el cambio climático, incluyendo el olvidado agujero de ozono, a la captación de carbono en el aire, a la adaptación de los ecosistemas, etc. 

La única lucha posible consiste en la firma de convenios internacionales, que permitan frenar la alocada expansión comercial en países del Primer Mundo, la colaboración con países tercermundistas necesitados de potenciación de su hábitat y standard de vida,  y la escalonada rehabilitación de las tierras degradadas
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Las grandes migraciones que estamos viviendo son justamente una causa principal de esa pobreza que aumenta en países marginados, muchas veces por continuas sequías, sobreexplotación de suelos o la falta de productividad de las tierras. Esto ocasiona, tanto un coste económico y social elevado, tanto en las áreas de partida como de llegada, y no podemos olvidar que según las cifras del Banco Mundial, en el año 2000,  175 millones de personas fueron emigrantes. Y eran épocas de bonanza. No tengo datos estadísticos referentes a los últimos años, pero seguramente se habrán elevado exponencialmente. 

Y puede que aún empeore.


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