Las zonas áridas y semiáridas se extienden
principalmente entre los 20 y 35 grados de latitud norte. Esta franja supone
casi un tercio de la superficie terrestre de los continentes, y se extiende muy
especialmente en Africa, Asia y áreas centrales de América. Aquí el viento y
las aguas de escorrentía juegan un papel muy importante en la desertización del
planeta.
El viento, en una situación
inversamente proporcional a la humedad ambiente, causa “Deflación”, un barrido
de elementos finos en la superficie, una “Corrosión”, a las rocas como
consecuencia de la lluvia de materiales pétreos que arrastra,terminando en el
mar, o en regiones donde se forman dunas, unos rizos llamados “Ripples”, y los
“Loess”, acumulación de partículas microscópicas que se arrastran a grandes
distancias a través del viento. Esta acción, combinada con la corrosión, hace
que se destruya el potencial biológico del terreno y la formación de áreas
desertizadas.
La tierra reseca provoca el llamado "encostramiento" |
Las zonas más afectadas
actualmente son Túnez, México, Chile y Argentina, en una superficie conjunta de
50 millones de kilómetros cuadrados.En la Península Ibérica, el 25 % del suelo
está sometido a estas acciones, con posibilidades de empeorar.
La desertificación es una degradación de tierras causados por
variaciones climáticas, pero también mucho por la intervención humana, en áreas
como el pastoreo excesivo, el cultivo, la deforestación y la falta de riego.
Esta desertificación pone en
peligro a unos l.000 millones de personas en más de 100 países, generalmente
los más pobres y marginados, debido a la sobreexplotación de sus bosques, a la
agricultura y ganadería mal planificada, a la urgente inmediatez de las
necesidades básicas, que terminan muchas veces con zonas semi húmedas,
transformándolas en eriales. Es el caso de Haití o Madagascar. En el primero,
una fotografía aérea de la isla, permite ver la diferencia entre la Republica Dominicana
y Haití, con zonas verdes el primero y marrón la segunda, por la falta de
árboles, que han sido sistemáticamente explotados o utilizados como
combustible. El caso de Madagascar, es parecido, y se supone que es el país más
erosionado del mundo. El 93 % del bosque tropical y el 66% de su selva lluviosa
han sido talados. Especialmente por la necesidad de maderas duras, nobles, que
se exportan casi en su totalidad a Europa para la fabricación de muebles,
puertas, tejados, etc. Ocurre algo parecido en la franja subsahariana, donde se
observa un incremento de desertificación. España, por su parte, con 14 millones
de hectáreas afectadas, es el país europeo con mayor índice de desertificación.
Al quedar la superficie privada de los árboles
y plantas que lograban la sujeción de la capa fértil, comienza la erosión, la
acidificación del terreno, la salinización del terreno y el “encostramiento”
del mismo, es decir, la formación de costras en la superficie, por la
evaporación de las capas superficiales, causando la muerte de las pocas plantas
que sujetaban la vida.
El desierto avanza en España |
Tanto la desertización como
la desertificación consiguen desafortunadamente una degradación paulatina,
constante y no combatida, que afecta al medio ambiente, tanto a nivel local
como global, a la condición de vida de las poblaciones, a la pérdida de la
biodiversidad , a los recursos acuíferos, a un impacto total en el cambio
climático, incluyendo el olvidado agujero de ozono, a la captación de carbono
en el aire, a la adaptación de los ecosistemas, etc.
La única lucha posible
consiste en la firma de convenios internacionales, que permitan frenar la
alocada expansión comercial en países del Primer Mundo, la colaboración con
países tercermundistas necesitados de potenciación de su hábitat y standard de
vida, y la escalonada rehabilitación de
las tierras degradadas
.
Las grandes migraciones que
estamos viviendo son justamente una causa principal de esa pobreza que aumenta
en países marginados, muchas veces por continuas sequías, sobreexplotación de
suelos o la falta de productividad de las tierras. Esto ocasiona, tanto un
coste económico y social elevado, tanto en las áreas de partida como de
llegada, y no podemos olvidar que según las cifras del Banco Mundial, en el año
2000, 175 millones de personas fueron
emigrantes. Y eran épocas de bonanza. No tengo datos estadísticos referentes a
los últimos años, pero seguramente se habrán elevado exponencialmente.
Y puede
que aún empeore.
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