domingo, 4 de diciembre de 2016

Plantar un bosque, una experiencia mágica


El evento estaba preparado para las primeras horas del sábado. El tiempo venía siendo lluvioso y quienes lo organizan no lo tenían muy claro. La experiencia venía un poco de la mano de una asociación portuguesa, la llamada “Ordem dos bardos, ovates e duidas “.
Esta organización viene desarrollando sus actividades en tierra portuguesas, donde ahora me encuentro como parte de un viaje de voluntariado en granjas ecológicas que inicié hace más de año y medio.

Esta actividad particular me ha traído hasta las cercanías de Lisboa, en Alcacer da Sal, una población pequeña afincada a orillas del Río Sado . Concretamente, me encuentro en la “Horta do Zé”, ubicada a unos seis kilómetros de esta población. El lugar se llama Valle de Guizo, y en las cercanías existe una aldehuela llamada Porches. Una veintena de viviendas la conforman, y allí fue donde llegué en mi motocarro hace una veintena de días. José “Zé” Arantes Pedroso lleva una zona de 22 hectáreas, y allí se planificó y realizó el evento.
La plantación de un nuevo bosque, 500 plantas para reforestar zonas que habían quedado sin plantas o cambiando otras que no habían enraizado , fue el motivo que congregó a más de 70 personas, convocadas y venidas de diferentes zonas de Portugal, algunos de sitios tan distantes como Faro, Coimbra, Lisboa o Porto.

PLANTAR UN BOSQUE SAGRADO

Plantar un bosque significa ya de por sí una aventura promisoria. La contribución humana a la reforestación, desde cualquier situación, plantando un sólo árbol, por ejemplo , ya disminuye la desertización, lleva más oxígeno al aire que respiramos, permite el crecimiento de otras plantas cercanas , de matas de sotobosque, de hongos, de hierba a su alrededor.
Katia pintando logotipos para el evento
Imagínense 500 árboles nuevos. Imaginen que algo así se está haciendo ya en los campos portugueses desde hace tiempo, y son más y más árboles creciendo y frenando en su entorno el arrastre de tierras fértiles, permitiendo la fijación de superficies forestales, tierras cultivables, operando en contra de la erosión .

Si este tipo de acciones se llevara a cabo mínimamente en muchas regiones del globo, colaboraría mucho más en hacer un frente común contra el desierto, el cambio climático y las adversidades meteorológicas.
Cierto es que esto debiera ser tarea de los organismos oficiales, de las autoridades forestales, de las compañías madereras, papeleras, de materiales de construcción, de todos aquellos que utilizan la madera y que NO reforestan luego. Al menos debían plantar un árbol por cada uno que se utiliza, pero ese no suele haber el caso. En ocasiones, es risible el ver que algunas empresas quieren subirse al carro de la lucha contra los efectos negativos climáticos, (en los cuales colaboran grandemente), con campañas más o menos cosméticas que no llegan para nada a una paridad, sino es simplemente una forma de mantener o aumentar la clientela.

Por eso este tipo de iniciativas privadas, voluntarias, asociativas aunque más no fuera por un sentimiento de solidaridad con el planeta, despiertan no solamente el interés, sino que llaman a las personas a unirse en este acto de bien común.

LA PLANTACION

El caso es que en la Huerta de Zé, se eligió una zona donde muchos árboles se habían secado, sus protecciones estaban tiradas de cualquier manera, las matas salvajes se iban asentando donde debía alojarse un retoño de árbol. Es una zona donde los alcornoques, pinos , encinas y sotobosque diverso forman un conglomerado más o menos bien distribuido, con muchos claros a lo largo de varias hectáreas.
El evento contó con otras actividades previas, como sesiones de yoga, meditaciones, etc. Luego, a buscar los árboles que se encontraban preparados. Tres furgonetas con caja abierta fueron necesarias para llevar los retoños. Una caravana de otros vehículos les siguió. Carteles indicadores, con el logotipo del evento, manos extendidas (guantes rellenos y bambú), indicaban el camino.
Las palas de bambú
Se instaló asimismo una pequeña tienda con café, fruta y agua a disposición de todos, y un muestrario diverso de productos que se fabrican en la huerta, como mermeladas, dulces, conservas varias, ceniceros de bambú, etc. El tiempo era frío, de modo que la hoguera cercana invitaba a acercarse en busca de calor.
Al tratarse de un bosque mágico o sagrado, se realizó una ceremonia previa en la que se pidió el favor de los dioses para que crecieran lozanos los árboles a plantar, y simbólicamente se les arrojó tierra y agua para que fructiferaran. Posteriormente, Zé indocó la forma de plantar, ya que había una particularidad: en el hoyo practicado para alojar el árbol, se alojaba primero una pastilla con minerales y nutrientes que permitían el enraizamiento de hongos, particularmente de unos llamados “cogumelos”, que forman una red de raíces bajo tierra en forma radial, permitiendo y colaborando con la formación de este tipo de plantas, que a su vez comparten con la hierba y otras formas de sotobosque, el crecimiento de los árboles y su entorno verde. Una ingeniosa idea que , de dar un buen resultado, llamó mi atención.

Y luego, con medio centenar de palas de bambú que hicimos días antes en la huerta, todo el mundo salió con su kit de plantación :bolsa de papel con las pastillas, palas, el o los árboles correspondiente, y a plantar.
Junto a la piedra:Ana,Bruno,Marta y Achim,Zé y yo
El tiempo nos dio un poco de tregua al principio, pero luego chaparrones y granizo obligaron a refugiarse debajo de los árboles mayores, en los vehículos, o en cualquier sitio de reparo. Luego, a continuar. El entusiasmo no se enfrío por ello. En unas cuatro o cinco horas, contando una parada para un refrigerio junto a la tienda, otra vez el llevar y traer camionetas llenas de gente, hacia el sitio de plantío. Vuelta a empezar hasta el final, que coincidía con un lugar espléndido, sobre una zona elevada desde donde se podía ver un pequeño valle, el río, las huertas cercanas, los bosques aledaños.
Un par de días antes, en ese lugar se plantó la primera de una serie de piedras conmemorativas que se pretende colocar como lugar mágico. Con la inestimable ayuda de una retro excavadora, (Que de otro modo sería casi imposible), la piedra, de una tonelada aproximada y en forma de “menhir” celta, se había instalado allí, en concordancia con los puntos cardinales.

Se realizó otra ceremonia de invocación a los dioses para pedir favores de fructificación, apoyo y continuidad al bosque. Se formó un círculo humano que rodeó el menhir, y la invocación también se hizo para el lugar elegido. El entusiasmo de los participante se hizo más evidente, con el trabajo logrado, el sol que se atrevió a parecer en un momento especial, iluminando la piedra, y el disfrute de haber colaborado en una mínima, pequeña pero efectiva, mejora del planeta.

FINAL MOLTO VIVACCE

Detrás nuestro quedaban 500 árboles nuevos. Alcornoques, pinos, madroños, plantas autóctonas principalmente, que pueden enraizar, crecer y fructiferar mucho más adecuadamente, se alineaban ahora en una extensión de varias hectáreas.
Zé y Bruno indican como plantar los árboles
Una alegría genuina y lógica, por otra parte, creo que nos embargaba a todos. Mojados, cansados, con frío, pero con todo el ánimo del mundo, montamos en las furgonetas, en los coches que se acercaron, o algunos a pie hasta el estacionamiento, para un último café o una fruta, para comentar la jornada y para ampliar el conocimiento de otras personas que participaban en el evento.
Luego el retorno a Porches, cena, otras actividades comunitarias o el simple descanso en lugares habilitados para quienes se quedaron.
Los últimos se fueron sobre las cuatro de la tarde del domingo.
Tierra y agua para las nuevas plantas
Llevaban consigo la satisfacción de una colaboración efectiva con el medio ambiente, la experiencia siempre viva de tocar, abrazar la tierra, colocar un retoño de árbol que muchos de nosotros no veremos crecer, pero sabiendo en su interior que en esta pequeña aldea de la región de Alentejo, en el centro casi de Portugal, crecerá un nuevo bosque, gracias a la iniciativa privada y a la desinteresada colaboración de quienes solamente quieren, en el menor de los casos, cuidar mínimamente nuestro medio ambiente, nuestro planta, nuestra querida Tierra.







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